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She was a bit drunk, as usual. I was a bit dispelled, as often. At the taxi stop, we melted in a long, warm, tight hug. I could read her feelings by the pressure of her hands on my back. “I like you –she said–. Don’t ever disappear from my life.” “You know I won’t”, I replied.
I walked back home. Under the uncertain sky colour, I couldn’t know –as always there– if it was still dusk or already dawn. I couldn’t even tell if it was the light of a real firmament or that of a giant stage. I only know that the canopy of heaven put a fresh and natural tint of contrast onto the neon and the mercury of the street lapms, and that my footsteps on the wet asfalt didn’t find any echo in the neighbouring houses.
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Ella iba un poco bebida, como solía. Yo andaba un poco disperso, como de costumbre. En la parada de taxis, nos fundimos en un largo, cálido y fuerte abrazo. Pude leer su emoción en el tacto de sus manos sobre mi espalda. “Me gustas –dijo–. Nunca desaparezcas de mi vida.” “Sabes que no lo haré”, fue mi respuesta.
Caminé de regreso a casa. Bajo el incierto color del cielo, no podría decir –como siempre en aquel lugar– si era aún el crepúsculo o apuntaba ya el alba. Ni siquiera podría decir si era la luz de un firmamento real o la de un gigantesco escenario. Sólo sé que la bóveda celeste añadía un tinte fresco y natural que contrastaba con el neón y el mercurio del alumbrado callejero, y que mis pisadas sobre el asfalto no hallaban eco alguno en las casas vecinas.